La Transformación Digital requiere ser abordada desde un enfoque integral, que considere no solo tecnología y datos, sino también a las personas, así conocer e intervenir de la mejor manera los procesos, de modo de hacerlos más eficientes, simples, ágiles, demostrando el círculo virtuoso de la tecnología.
Simplificar un proceso de cambios a una sola dimensión es, generalmente, condenarlo al fracaso, pues la realidad es multifactorial y esta premisa, por cierto, también aplica a las organizaciones y por ende, a la adopción de la digitalización.
En muchos casos esta digitalización fue acelerada como consecuencia del coronavirus pero hoy —a 30 meses de la emergencia— no cabe duda de que el éxito o el fracaso de un negocio está relacionado, en parte, con la transformación digital y su aporte a la eficiencia, productividad, mejora de la experiencia del cliente y competitividad.
Sin embargo, para alcanzar el éxito no basta solo con adquirir e implementar la última tecnología. Un paso previo y no menos importante, tanto para reaccionar oportunamente a las demandas de un entorno cambiante como para alcanzar las metas trazadas, es colocar en el centro de los cambios a los colaboradores.
La razón es sencilla. Son ellos los encargados de llevar adelante este cambio y hacerlo con éxito. Si bien puede parecer obvio, muchas veces se olvida que las personas siempre serán el motor de una organización, por lo que todo proceso de gestión del cambio que busque llegar a buen puerto debe involucrarlas. Adicionalmente, son los colaboradores quienes en la mayoría de los casos son los responsables de interactuar y generar valor a los clientes.
No hacerlo, además de generar resistencia entre los colaboradores, retrasa la adopción de la tecnología, impide aprovechar sus ventajas, obliga a desarrollar estrategias de adhesión, aumenta los costos del proyecto, afecta la experiencia de clientes, e impacta negativamente la confianza de los equipos.
De ahí la importancia de considerar la inclusión de un proceso de acompañamiento que gestione el talento, preparándolos para asumir, vivir y aplicar lo nuevo. La gestión del cambio, por cierto, implica un enfoque integral, que considere no solo cargos, funciones, sino también a las personas, de manera de conocer e intervenir de la mejor manera los procesos, de modo de hacerlos más eficientes, simples, ágiles, demostrando el círculo virtuoso de la tecnología.
Por lo anterior, es indispensable un acompañamiento que identifique y despeje las dudas que la digitalización puede generar en los equipos de trabajo, tales como, porqué se está incorporando la tecnología, los beneficios que reportará y las ventajas que supone aprender el nuevo proceso. Esa es la clave de un proceso de transformación: que las personas comprendan la razón, se comprometan y se sumen a ella. De esta forma, el cambio cultural parte desde los equipos de trabajo que impulsan los procesos más allá de las áreas de tecnología e innovación.
En la práctica, un proceso de gestión del cambio debe procurar que tecnología y colaboradores avancen de la mano, pues el éxito de una organización depende, en gran medida, de sus talentos pues son las personas las que impulsan el carro de las transformaciones.